Desde la mente podemos pensar , proyectar e imaginar que podemos hacer muchísimas cosas.
La mente tiene un ritmo de proyección veloz, la mente no contempla al cuerpo. El cuerpo (mundo material) solo tiene una capacidad ente comillas limitada para expandirse, para cambiar, para avanzar. La realidad es que el cuerpo tiene procesos fijos e inalterables que seguir para transformarse, en cambio la mente se transforma constantemente sin esfuerzo alguno: va de un pensamiento a otro, se mueve en espacio y en tiempo con tan solo un pensamiento o una emoción.
La mente fluctúa velozmente entre pasado y futuro casi constantemente. Solamente en los momentos de alta concentración, como al escribir este texto, donde uno logra literalmente volcar cada idea en una acción real (al igual que al crear arte, al enseñar una disciplina o al estudiarla), es que la mente puede estar por varios momentos continuos intermitentes en el presente. Y aún así posiblemente se entrecrucen algunos otros pensamientos.
La mente que nos conecta con el pasado y con el futuro nos presenta siempre la idea de los miedos.
El miedo a repetir instancias dolorosas del pasado me aísla de personas, me encapsula en el aislamiento y la soledad, la nostalgia y la desesperanza. El miedo a perder el control ante una experiencia nueva, desconocida, y no saber lo que puede pasar en el futuro, si va a resultar o no, me previene de vivir experiencias nuevas y, mediante ellas, romper ciertos limites de estructuras que me puse a mí mismo.
Por eso cuando tenemos una mente que continuamente fluctúa entre pasado y futuro la sensación que tenemos es la de estar detenidos. Como si la rueda no girara, hacemos cosas y no llegamos, sin embargo, a ningún lado. Repetimos patrones, repetimos situaciones y desgracias, nos sentimos perdidos y sin rumbo. Lo que hacemos no nos llena. Porque internamente sabemos que no estamos rompiendo esas barreras internas, nos estamos quedando adentro. O tal vez ni siquiera lo sabemos, sólo reconocemos la sensación de estar estancados.
Si nuestra sensación es la de estar detenidos y estancados, es lógico que lo último que queramos sea sentarnos quietos a observar el presente en silencio. Es paradójico, por que es exactamente lo que necesitamos. El problema es que no nos damos cuenta que el estancamiento es justamente porque nuestra mente está constantemente penduleando entre la memoria y el miedo, entre el comfort y el deseo. Creemos a simple vista q estamos quietos, pero la mente no puede aquietarse.
Mediante técnicas de aquietar la mente podemos poco a poco abrir la brecha para que la mente pueda reconocerse en su cuerpo. Para que pueda verse reflejada: «yo pienso esto, pero mi cuerpo es esto»; «mi cuerpo siente esto, (dolor, tensión, rigidez) pero mi mente quiere seguir escalando montañas»; o «mi cuerpo tiene todas estas capacidades pero tengo miedo de mostrarlas, de ponerlas en práctica o de intentar construir algo confiando en mis habilidades «.
Con la observación se produce la aceptación. El Yo Soy. Sin juicios, evaluando con sinceridad mis virtudes y mis impedimentos. Cuando veo quién soy hoy puedo dejar de añorar lo que era. Cuando veo lo que he crecido y la experiencia que he acumulado me doy cuenta que ya no soy un niño o niña con miedo, que entonces soy un/a adulto/a y me puedo animar, puedo tomar decisiones, puedo cambiar conscientemente mi realidad y hacerme cargo de mí mismo/a si las cosas no salen como esperaba. Ese es el verdadero proceso de ruptura de las estructuras.
Sobreviene una sensación de liberación y de desborde, que es conveniente trabajar mediante herramientas de canalización, como terapia psicológica, saddhana, grupos de confianza y contención, expresiones artísticas de todo tipo; una ejercitación consciente del cuerpo, de la mente y de las emociones, y el contacto asiduo con la naturaleza.
The Plant Alchemist